Su primer smartphone, oportuntamente bautizado como Turing Phone, se hizo famoso gracias a los altos estándares de privacidad y seguridad de que disponía. En términos de software, por supuesto, pero también de hardware, ya que el cuerpo estaba hecho de "liquidmorphium", una aleación de metal más resistente, de acero y titanio. Sin embargo, a pesar del desarrollo con varios problemas del producto, que han hecho que llegue al mercado a finales de 2016 con un retraso de un año en comparación con lo que se anunció, la Turing Robotic Industries ya ha estado pensando en el próximo teléfono previsto para ser lanzado. Potente, al menos sobre el papel, al nivel de los PC, y al nivel más alto de un smartphone.
Cadenza y Monolith, estos son los nombres en clave de los nuevos teléfonos de la marca, están respectivamente equipados con dos y tres procesadores Qualcomm 830, con 12 y 18 GB de RAM, además de con 1 TB de espacio de almacenamiento, pantalla con resolución 4K, cuatro ranuras de tarjeta SIM y una cámara de 60 megapíxeles. Números cuanto menos muy exagerados, casi irreales, que se acompañan de un diseño futurista en el verdadero sentido de la palabra, que los hacen parecer como sacados de alguna película de ciencia ficción.
No es tanto así en el caso de Cadenza, que sigue la forma clásica de los teléfonos inteligentes actuales, sino en el de Monolith, que cuenta con teclado deslizante y una sobreabundancia de líneas sinuosas y de un metal que se ve realmente bueno para ser verdad. Además, como para despertar más de una duda sobre la veracidad de estos productos, tenemos las promesas de Turing. La compañía asegura que estarán disponibles en 2018, pero tras el primer esfuerzo y el importante retraso, con el que apenas son capaces de poner a la venta su primer producto, arroja muchas sombras sobre la viabilidad de éstos super-smartphones. Destinados, tal vez, a permanecer como bellas visiones de un futuro aún muy lejano. Habrá que esperar, como viene siendo habitual.